El cold brew se hace lentamente sumergiendo el café molido en agua del tiempo durante, al menos, seis horas. Pueden ser, como mucho, 24 horas. Muchos lo dejan incluso toda la noche, pero depende de lo fuerte que quieras que sea el resultado. Cuando los granos se sumergen así, crean un concentrado de café fuerte que solo hay que mezclar con agua y leche para saborearlo.
Como el café molido no se expone a altas temperaturas, el cold brew tiene un sabor más característico y dulce, y menos amargo y ácido. En un estudio reciente, se descubrió que el cold brew era entre un 50 y un 67 % menos ácido que el café habitual. Existe la idea equivocada de que el cold brew tiene que estar frío. De hecho, puede servirse muy caliente. Si lo prefieres frío, solo tienes que añadir agua fría, hielo y leche a tu gusto. Si lo prefieres caliente, vierte agua o leche caliente (hay quien lo calienta en el microondas, si vas con prisa).
El cold brew no es solo otro nombre para el café helado. La diferencia principal entre el cold brew y un café helado es que el segundo se elabora caliente, después se enfría vertiéndolo sobre hielo y da lugar a un café diluido que no gusta a muchos amantes del café. Esto es muy diferente al cold brew, que implica crear un concentrado al sumergir lentamente el café molido a temperatura ambiente, y que además se puede servir caliente o frío.
Ahora que sabes qué es el cold brew y en qué se diferencia del café helado, descubre qué es un macchiato.